miércoles, 13 de agosto de 2008

4ª Etapa OCHAGAVÍA-ISABA


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Nos hemos levantado a eso de las 8:15. Isabel, Marcos, Alicia, Mario y José Carlos tenían que coger el autobús a las 9:30 para marchar, unos a Madrid y otros a Jaca.
Hemos desayunado en el camping un café con leche (hacía días que no me tomaba uno) y una napolitana. La ropa lavada del día anterior no se nos había secado por lo que la metimos en una de esas máquinas secadoras de los camping mientras desayunábamos. Recogimos las tiendas y nos marchamos, Alicia y Alberto ya se marcharon antes.
Quedamos en el pueblo todos, ya sólo quedábamos 8, y sólo 6 para hacer el siguiente tramo (Josema, Ines, Laura, Alberto, Non Ru y Celso).
La ruta empezaba en ladera este pegada a un parking para camiones, caravanas, etc. Mi primera impresión de la mañana es que me encontraba bien, con el cansancio acumulado pero dentro de la normalidad. Me quedé un poco retrasado para ajustarme la mochila y las botas, el resto del grupo me sacó unos metros de ventaja, para pillarlos aceleré el ritmo. Esto me provocó un pequeño bajón de azúcar, me comí alguna galleta de chocolate y parece que se me pasó. Aquí me di cuenta que mis condiciones no eran tan buenas como yo pensaba.
El tramo era largo y todo en subida casi sin pequeños llanos, tenía la sensación de que mi mochila pesaba el doble, subía con dificultad mientras los demás parecía que no tuvieran problemas. Me cambié de pantalón, estaba más fresco, empecé a subir a mi ritmo, la cosa parecía que estaba mejor, el camino llaneaba por la divisoria de las soleras de Osate.
Un coche nos ha pasado a gran velocidad haciendo rozar los bajos con el camino con matrícula de Barcelona, al cabo de unos metros hemos visto bajarse de él a una pareja y prepararse para caminar. Seguimos subiendo hasta que nos paramos a comer algo en el merendero de Zotrapea. Nos adelantó un chico que veríamos en varias ocasiones. La pareja anterior del coche coincidió con nosotros, él me indicó que las estapas de Huesca eran complicadas. Seguimos subiendo y llaneando hasta cruzar un pinar joven con praderas, seguidamente llegamos a una zona abierta donde decidimos parar y hacer la comida, un poco de salchichón y chorizo pamplonica, y poco más, la comida está contada. Alberto calentó un poco de agua para que pudiéramos tomar un café soluble. Después de echarnos la siesta partimos. El camino continuó subiendo y mis rodillas parecía que me respetaban, antes me dolían bastante, me tomé un ebuprofeno y parece que la cosa funcionó. El camino seguía subiendo, aparecieron dos corzos, me parecieron distinguir a un macho y a una hembra, tenían el pelaje rojizo.
El camino se hizo más revirado y más abierto, en su parte izquierda se podía divisar una buena panorámica. Nos adelantó un Land Rover con un perro de rehala en su interior que no paraba de ladrar, al cabo de unos metros lo veríamos parado en la zona donde a partir de ese momento sería todo bajada. Desde aquí se veían unas vistas espectaculares de los pirineos más cercanos y de lo siguiente que nos esperaba, las impresionantes montañas sobesalían sobre grandes montes y praderas.
El tramo siguiente no nos encontraríamos árboles, anduvimos por divisoria entre praderas alpinas dejando a nuestros pies un monte arbolado de pino silvestre de gran superficie y con evidentes muestras de cortas a dos tiempos (licencia forestal). Llegaríamos al collado que daría paso de nuevo a nuestro ya reconocido bosque de hayas, sombrío, fresco, acogedor. La bajada era más o menos importante a partir de aquí, las rodillas nos empiezan a hablar.
En un punto de la bajada nos hemos encontrado con una zona embarrada de difícil paso, Ines se ha quedado retrasada cuando la hemos visto intentar trepar por encima de la ladera pegada al suelo con una postura muy graciosa. Se ha quedado inmóvil ya que la situación era para eso, un paso más y podría irse pendiente abajo. Subimos a ayudarla.
En esa zona había un manantial de agua fresca y limpia que los animales la usaban para beber. El agua rezumaba entre las piedras dejando un pequeño charquito de agua cristalina, no pudimos evitar la tentación de pegar algunos sorbitos.
El hayedo ya sería escaso a partir de este punto, la ladera tenía más orientación sur y por tanto de solana (el haya prefiere exposiciones de umbría). Bajaríamos entre endrinos y espinos siendo el sendero estrecho por lo que nuestras piernas sufrían los arañazos de estas plantas. Al dejar el hayedo nos dejó divisar unas nuevas espectaculares vistas del valle y de las moles pirineaicas calcáreas verticales de color gris viejo. El ánimo y vitalidad se adueñó de nosotros. Ya la vista era abierta, limpia, hasta llegar de nuevo entre el hayedo y el robledal con unas copas espléndidas. El camino se hizo más empinado y nuestro paso más lento. Llegamos hasta la Ermita saliendo de un tunel de vegetación espesa, una sensación muy agradable.

Habíamos llegado casi a nuestro destino, sólo faltaba una bajada por un camino milenario de piedra hasta ISABA. Al llegar al puente que da acceso al pueblo volví a ver el coche de inicio de este día.

Buscamos alojamiento, preguntamos en la oficina de turismo, nos dijeron que la cosa estaba complicada pero que a lo mejor en el albergue tenían sitio. Efectivamente en él había y allí dejamos nuestras cosas para poder ir a comprar algo para el almuerzo del día siguiente, embutido y fruta.

Nos fuimos a tomar unos pacharanes y alguna cervecita. Hicimos tiempo hasta que llegaron Raúl y Herminia, posteriormente Isabel y Jose Carlos que venían de Jaca. Nos fuimos a cenar a una sidrería. Comimos ensalada (ya el cuerpo pedía verde) y albóndigas de bacalao, entre otras cosas, de postre cuajada casera con miel y nueces. De allí a la ducha y a la cama.






















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